Mateo 9:35-38
La importancia de la predicación.
Abramos nuestras Biblias en Mateo, capítulo 9, versículos 35 al 38. Allí encontramos un llamado claro para la iglesia: imitar el corazón compasivo de Cristo hacia los necesitados. Uno de los mayores pecados que podemos cometer como creyentes es el silencio. Si no compartimos la luz del Evangelio, no estamos cumpliendo con nuestro propósito.
Hermanos, cuando estuve en Ambato, conocí a un empresario que me inspiró. Su deseo era que todos sus empleados conocieran a Cristo. Cada lunes, organizaba devocionales para sus 80 trabajadores. Este es el tipo de iniciativa que vemos en el ejemplo de Jesús, quien recorría ciudades y aldeas, enseñando y predicando.
A veces pensamos que guardar silencio es hacer un favor a Dios, pero es todo lo contrario. Estamos ocultando el tesoro que Él nos ha confiado. ¿A cuántas personas has compartido el Evangelio esta semana? ¿Cuántas oportunidades has tenido de hablarles de Cristo?
Dios desea que todos sean salvos y quiere que seamos sus instrumentos para llevar esta buena noticia. Sabemos que no todos aceptarán el mensaje, pero todos merecen escucharlo. En nuestro trabajo, en la universidad, en cualquier lugar donde estemos, debemos ser valientes y compartir nuestra fe.
Evangelizar puede ser incómodo, pero los frutos que trae son invaluables. Recuerdo una vez que conversé con una persona que no estaba de acuerdo conmigo. Fue incómodo, pero al final pude compartir la verdad del Evangelio. Cuando vemos vidas transformadas, todo el esfuerzo vale la pena.
Hermanos, seamos una iglesia que se preocupa por las personas y que comparte activamente el Evangelio. No tengamos miedo de salir de nuestra zona de confort y llevar la esperanza de Cristo a un mundo que lo necesita. Ayer regresamos de evangelizar, y me decía mi esposa: '¡Qué bendición fue haber ido!' Gracias a nuestra visita, una jovencita se sintió atraída a nuestra iglesia. ¿Se imaginan si nos hubiéramos quedado en casa? ¡Cuántas oportunidades hubiéramos perdido! La gente necesita escuchar el Evangelio. Hay quienes nunca han oído hablar de Dios. Al igual que Jesús, debemos salir a buscar a las personas y compartirles la buena noticia.
Recuerdo cuando acompañé al pastor Galo Montalvo a visitar varias iglesias. En cada lugar, encontramos grandes necesidades. Por ejemplo, en Píllaro, la iglesia necesitaba terminar el piso de su templo. Al enterarme de que teníamos 5.000 dólares disponibles, pensé: '¿Por qué no donamos este dinero para ayudarlos?' Sé que debemos discutirlo con toda la iglesia, pero ¿no creen que sería una hermosa muestra de nuestro amor por nuestros hermanos en Cristo?
Hay tantas personas que necesitan nuestra ayuda y nuestro testimonio. El silencio es nuestro peor enemigo. ¡Imagina cuando estemos en el cielo y nos demos cuenta de todas las oportunidades que perdimos! ¿No querríamos poder decir: "Hice todo lo que pude para llevar a otros a Cristo"?
Juan 9:4 nos recuerda la urgencia de la obra de Dios. Jesús dijo: "Debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día, porque la noche viene, cuando nadie puede trabajar".
Pensemos en el ejemplo de Oskar Schindler, quien salvó a miles de judíos durante el Holocausto. Al final de su vida, lamentó no haber podido salvar a más. No permitamos que ese sea nuestro pesar.
Hermanos, comprometámonos a invitar a alguien a la iglesia la próxima semana. Seamos instrumentos en las manos de Dios para llevar la salvación a un mundo perdido. ¿Amén?
Jesús recorrió ciudades y aldeas, predicando el Reino de Dios y sanando a los enfermos. Sin embargo, lo que más le conmovía era ver a las multitudes como ovejas sin pastor, perdidas y sin esperanza. El mayor problema no era la falta de comida o de salud, sino la ausencia de una guía espiritual. Muchas personas estaban bajo el cuidado de líderes religiosos que no se preocupaban por sus necesidades espirituales. Jesús, en cambio, veía a cada persona como un tesoro invaluable y deseaba que todas conocieran el amor de Dios.
En Juan 10, Jesús se compara a sí mismo con el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Él nos muestra que el verdadero líder espiritual protege y guía a su rebaño, ofreciéndoles seguridad y cuidado. La compasión de Jesús es un ejemplo para nosotros. Al igual que Él, debemos sentir compasión por las personas que aún no conocen a Cristo. Mateo nos muestra repetidamente cómo Jesús se compadecía de las multitudes y deseaba satisfacer sus necesidades espirituales.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Jesús nos llama a orar para que el Señor envíe obreros a su mies. Cada uno de nosotros puede ser un obrero, un instrumento en las manos de Dios para llevar el Evangelio al mundo.
Padres, ¿están dispuestos a entregar a sus hijos al servicio del Señor? ¿Están dispuestos a que sus hijos sean usados por Dios para cambiar el mundo?
Hermanos, la mayor inversión que podemos hacer es invertir en el Reino de Dios. Cuando formamos discípulos, estamos construyendo un legado eterno. ¿Amén? Hermanos, todos debemos ganar almas para Cristo, y necesitamos trabajar juntos. Dios llama a hombres y mujeres de todas las edades a servirle. La necesidad es grande y los obreros son pocos. Si queremos dar prioridad a nuestro trabajo o a nuestras comodidades, debemos reconsiderar nuestras prioridades. El tiempo es corto y debemos aprovechar cada oportunidad para compartir el Evangelio. Jesús nos llama a ser sus obreros, a seguir su ejemplo y a cuidar de su rebaño. La mayor necesidad del mundo no es material, sino espiritual. Las personas necesitan a Cristo.
En Hechos 16, vemos el ejemplo de Timoteo. Cuando Pablo lo invitó a unirse a él en la misión, Timoteo estuvo dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluso la dolorosa circuncisión, para servir a Dios. Hermanos, ¿estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para el avance del Reino de Dios? ¿Estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort y a enfrentar desafíos? Nuestra mayor inversión debe ser en lo eterno. Invertir en el Reino de Dios es la mejor decisión que podemos tomar.
Cuando estemos ante Dios, queremos poder decir: 'Hice todo lo que pude para servirte'. No permitamos que el miedo o la comodidad nos impidan cumplir con nuestra misión. Hermanos, dedicar nuestra vida al servicio de Dios es la mejor decisión que podemos tomar. Timoteo, a pesar de los sacrificios, estaba dispuesto a seguir a Pablo y a servir al Señor.
A menudo estamos cómodos en nuestra zona de confort, pero hay un mundo que necesita conocer a Cristo. La evangelización no es un programa más, es el corazón de la iglesia. Llevemos tratados siempre con nosotros y seamos valientes para compartir nuestra fe. Pablo, incluso en la cárcel, anhelaba servir al Señor. Su deseo era que más personas conocieran a Cristo. Al igual que él, debemos poner a los demás por encima de nosotros mismos.
Jesús, mientras estaba en la cruz, se preocupó por los demás. Su amor por la humanidad es un ejemplo para nosotros. Cuando nuestro corazón late por los demás, sabemos que estamos siguiendo sus pasos.
Cuando oramos pidiendo más obreros, Dios puede responder usando a cualquiera de nosotros. Nuestros hijos, nuestros amigos, incluso nosotros mismos podemos ser llamados a servir en misiones. Hermanos, veamos el mundo con ojos de compasión y busquemos oportunidades para compartir el Evangelio. Llevemos tratados, invitemos a nuestros amigos a la iglesia y oremos fervientemente para que Dios levante más obreros.
Hermanos, todos tenemos vecinos, compañeros de trabajo o conocidos que no conocen a Cristo. A veces, puede ser tentador evitar hablar de nuestra fe con ellos, pero recordemos que cada persona es un tesoro a los ojos de Dios.
Darle un cigarrillo a alguien puede dañar su salud física, pero no compartir el Evangelio con alguien es mucho peor. Es privarlo de la vida eterna. Jesús pasó su vida sanando, ayudando y enseñando, pero su objetivo principal era llevar a las personas a una relación con Dios. ¿Por qué no seguimos su ejemplo? Busquemos oportunidades para compartir nuestra fe con quienes nos rodean, incluso con aquellos que parecen difíciles o indiferentes. Recordemos que Dios puede usar a cualquiera de nosotros para transformar vidas.