
1 Corintios 10: 1-4
No estamos libres de la tentación.
Hermanos, por favor pongámonos de pie una vez más. Vamos a leer juntos en Primera de Corintios, capítulo 10, versículos del 1 al 4. A la cuenta de tres: uno, dos, tres.
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos pasaron el mar; y todos comieron del mismo alimento espiritual, y todos bebieron de la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.”
Por favor, tomen asiento, hermanos.
Hoy reflexionamos en estos mensajes y, al llegar al capítulo 10 de Primera de Corintios, quiero hablarles sobre la importancia de no confiar demasiado en nuestra firmeza espiritual. Piensen en la historia de la liebre y la tortuga. La liebre, confiada en su rapidez, subestimó a la tortuga, creyendo que ganaría sin esfuerzo. De la misma manera, a veces nosotros creemos estar firmes y seguros, sin darnos cuenta de que estamos en peligro de caer en tentación. No debemos pensar que por gozar de las bendiciones de Dios estamos exentos de la tentación.
Recordemos las palabras de Jesús en oración: “Padre, líbranos de toda tentación.” Vamos al libro de Proverbios, capítulo 16, versículo 18, que nos advierte sobre los peligros de la soberbia: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída, la altivez de espíritu.” Esto nos enseña que, antes de caer, experimentamos una sensación de autosuficiencia, de que nada nos puede pasar. Esa es la razón por la cual es importante mantener la humildad y responsabilidad, especialmente en nuestras relaciones. Cuando estamos en una relación, lo mejor es tener una rendición de cuentas, compartir con nuestra pareja nuestros horarios y ubicación, para ayudarnos a evitar caer en tentaciones.
La historia de Israel también nos da lecciones valiosas. Durante 400 años, el pueblo de Israel vivió en esclavitud en Egipto. Perdieron su identidad, adoptaron costumbres y hasta ídolos de Egipto. Pero Dios levantó a Moisés para guiarlos a la libertad, prometiéndoles una tierra donde fluiría leche y miel. Sin embargo, de los dos millones que salieron de Egipto, solo Josué y Caleb lograron entrar en la tierra prometida. La mayoría pereció en el desierto. Aunque empezaron su viaje llenos de humildad y gratitud, algo cambió en sus corazones en el camino.
Esta historia nos recuerda la necesidad de mantenernos humildes y vigilantes, de no confiarnos excesivamente, sino de depender cada día del Señor para no caer en el error.
Hermanos, la nube los seguía durante el día, y una columna de fuego los guiaba en la noche. Algo cambió en su vida y en su relación con Dios. Empezaron a sentirse importantes, a exigirse cosas. Creyeron que no merecían las dificultades que enfrentaban. Decían: “Estábamos mejor en la esclavitud que ahora.” Entonces, ¿qué sucede, hermanos? Cuando dejamos el pecado y buscamos la vida eterna, llegamos al evangelio humildes, sumisos. Pero con el tiempo, olvidamos de dónde Dios nos sacó y comenzamos a engrandecernos.
Dios nos da este ejemplo en los libros de Corintios. ¿Para qué, hermanos? Para que no caigamos en la tentación de enaltecernos. Si tú has dejado el alcohol, las drogas, vicios o malas compañías, no te llenes de orgullo pensando que eso es parte del pasado y que nunca vas a volver ahí. No, hermanos. No nos volvamos orgullosos ni empecemos a tener libertades en nuestras vidas. Si dejaste el alcohol, no digas: “Una copa no me hace daño.” No, hermanos. Si tuviste problemas con eso, la mejor opción es no tomarse esa libertad.
La Biblia nos cuenta que el pueblo de Israel pasó por la nube. Todos pasaron y todos recibieron las bendiciones de Dios. Todos comían del maná, todos bebían del agua espiritual. Pero, ¿qué pasó en sus corazones? Empezaron a sentir que merecían esas bendiciones y comenzaron a exigirlas. Hermanos, cuando un hijo piensa que los padres le deben algo, ¿cómo nos sentimos como padres? Así ocurrió con el pueblo de Israel. Ellos olvidaron que todas las bendiciones que tenían provenían de la bondadosa mano de Dios, no de Moisés.
Si no entendemos esto, comenzaremos a sentirnos tan cómodos que exigiremos a Dios y tomaremos ciertas libertades, creyendo que podemos controlarlas. No, hermanos, no te pongas en la línea de la tentación, porque ahí es donde eres más propenso a caer.
Veamos Proverbios, capítulo 29, versículo 23: “La soberbia del hombre le abate, pero la humildad de espíritu sustenta la honra.” También en Apocalipsis, capítulo 3, encontramos una advertencia. Israel, como pueblo escogido, se sentía con derecho a todo. Dios los bendijo y los acompañó, pero miren lo que dice Apocalipsis 3:17: “Porque tú dices: Soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; pero no sabes que eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”
Esta iglesia tenía tanta riqueza y bienestar que se olvidaron de Dios. El bienestar que disfrutamos hoy no es nuevo; el pueblo de Israel también lo tuvo y perecieron en el desierto. Puede suceder lo mismo con nosotros, hermanos. A veces pensamos: “Yo no cometo pecados grandes como otros, soy honesto, no robo ni bebo.” Pero cuidado, hermanos. Puede ser que te sientas tan bien con tu vida que digas: “Estoy bien como estoy, no necesito a Dios en mi corazón.” Entonces empezamos a vivir como queremos, no como Dios nos manda.
Volvamos a 1 Corintios, capítulo 10. Para no caer en un corazón endurecido, debemos recordar que todas las bendiciones vienen de Dios. No es tu esfuerzo, no eres tú quien trae el alimento a casa, es Dios. “Pero yo tengo buena salud y trabajo duro,” podrías decir. No, hermanos, es Dios quien te ha cuidado. “Mis hijos están bien y son profesionales.” No olvides que el pueblo de Israel también recibió milagros y bendiciones, pero perecieron en el desierto. ¿Sabes por qué?
1 Corintios 10:4 dice: “Y todos bebieron de la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.”
Entonces, ¿quién sustentaba todo en el Antiguo Testamento? ¿Quién? Hermano, era Cristo. Cristo no aparece solo en el Nuevo Testamento; Él está presente desde Génesis hasta Apocalipsis. En hermenéutica, hay un concepto que se llama *teofanía*, que se refiere a la manifestación de Cristo en el Antiguo Testamento. ¿Qué es la teofanía? Es Cristo revelado en el Antiguo Testamento.
¿Quién era la roca? ¿Quién los guiaba? La Biblia dice que era Cristo. ¿Recuerdan en Éxodo capítulo 3, cuando Moisés ve la zarza ardiendo que no se consumía? Moisés le dice: “Señor, cuando vaya al pueblo, ¿quién digo que eres tú?” Y Dios responde: “Yo soy.” En el Nuevo Testamento, cuando le preguntan a Cristo quién es, Él también responde: “Yo soy.” Entonces, ¿a quién vio Moisés en la zarza? Porque en Juan leemos que a Dios nadie lo vio jamás. Entonces, ¿a quién escuchó Moisés en el monte Sinaí? Era Cristo.
Veamos Colosenses capítulo 1, versículo 15. Este pasaje nos dice que Cristo es la imagen del Dios invisible. Cuando estemos en el cielo y veamos a Cristo, estaremos viendo a Dios. Así que el Nuevo Testamento afirma que Cristo siempre ha estado presente, desde la creación. Cristo sustentaba al pueblo de Israel, y por eso Él debe ser el centro de nuestras vidas, no algo decorativo o esporádico. No es para cuando estamos mal o con problemas; Cristo es el centro de todo lo que creemos como creyentes. Él pagó el sacrificio por nosotros.
En Corintios, dice que Él es la roca. Si quieres evitar caer en la altivez del corazón, mira a Cristo. ¿Qué nos enseña la Biblia sobre el carácter de Cristo? Era manso y humilde de corazón. En Filipenses leemos que Cristo dejó todo por nosotros, que no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó de Su gloria y vino al mundo a morir por nosotros. Cristo era misericordioso, humilde, hablaba con verdad y tenía autoridad.
Hermanos, muchas veces caemos en altivez porque olvidamos quién es Cristo para nosotros. Cuando esto ocurre, comenzamos a coquetear con el pecado y hacer cosas que no agradan a Dios. La altivez del corazón se nota: algunos quieren andar solos, no se someten a nadie, todo les molesta, se aíslan de la iglesia, dejan de leer la Biblia y no buscan la opinión de otros. Es importante entender cuál es la fuente de nuestra fortaleza. Si decimos que Cristo es importante en nuestras vidas, Él debe ser nuestro fundamento.
En el Antiguo Testamento, varios personajes cayeron en altivez. Por ejemplo, David, Salomón y el rey Nabucodonosor. Nabucodonosor se enorgulleció de su reino y, como castigo, terminó viviendo como un animal irracional, comiendo hierba del campo. Sansón, un hombre fuerte, cayó en altivez al dejarse llevar por su debilidad hacia las mujeres. Todos ellos olvidaron que todo lo que tenían venía de Dios.
Entonces, hermanos, primero debemos entender que nuestra vida y todo lo que tenemos provienen de la mano del Señor. En 1 Corintios capítulo 10, versículo 6, leemos: "Estas cosas sucedieron como ejemplo, para que no codiciemos cosas malas como ellos codiciaron." ¿Qué codiciaron ellos? En lugar de confiar en Dios, murmuraron y desearon regresar a su vida de esclavitud en Egipto. Incluso llevaron consigo la idolatría de Egipto y, cuando Moisés subió al monte, aprovecharon para hacer un becerro de oro y adorarlo.
Conozco a personas que, al enfrentar dificultades, llegan a decir: “Estaba mejor cuando no era creyente.” Claro, es posible que antes todo parecía fácil porque seguían sus propios deseos. Pero ahora, el Espíritu Santo en nosotros nos muestra la verdad y nos redarguye. Estas historias están en la Biblia para que aprendamos de su ejemplo.
Si hoy estás coqueteando con el pecado o acercándote a la tentación, ten cuidado. Muchos dicen: “Yo puedo ver películas con contenido sexual o temas de homosexualidad, y no me afecta.” Hermano, no te pongas en esa situación, no pienses que puedes dominar el pecado.
¿Sabes cuando la Biblia habla del pecado? ¿Sabes qué nos manda a hacer como creyentes? No, pastor. Yo confronto al diablo, me pongo frente a él y le digo unas cuantas verdades para que aprenda. No, hermano, Dios no nos manda eso. ¿Sabes qué nos manda a hacer? A huir del pecado. ¿Qué significa huir? Convertirse en un fugitivo del pecado. ¿Sabes lo que hizo José cuando la esposa de Potifar lo tentó? Corrió. Es mejor que digan “aquí corrió un soldado” a “aquí murió un soldado”.
Entonces, hermanos, ¿qué nos manda Dios? Para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Versículo 7: “Ni seáis idólatras”. El ser humano es una fábrica de ídolos. Hacemos ídolos de todo: de nuestros hijos, de nuestro trabajo, de nuestra casa, del auto. Creemos que nuestros hijos son perfectos, y a veces no vemos sus defectos porque los convertimos en ídolos.
Recuerdo a un señor, don Gonzalo, que tenía su auto en perfecto estado. Un día, mientras estaba con Macarena, vimos cómo chocó el auto y comenzó a gritarle a su esposa, lleno de rabia. Su auto era su ídolo, y no le importaba maltratar a su esposa por ese auto. Somos así, hacemos ídolos de todas las cosas. Y es por eso que vivimos vidas infelices, porque nuestros ídolos nos impiden disfrutar de la familia, de la paz y de Dios.
Gastamos dinero en cosas simples, como una comida con la familia, y luego nos quejamos de lo que gastamos. ¿Por qué? Porque caemos en el mismo error que los israelitas, quienes, aun siendo sacados de la esclavitud, comenzaron a codiciar y a quejarse. Dios los sustentaba; su ropa no se desgastaba, no les faltaba agua ni comida, pero en sus corazones había ingratitud. Su corazón se enalteció, y como resultado, perdieron el favor de Dios.
Hermanos, si no aprendemos que Cristo es el centro de nuestras vidas, no importa cuánto tengamos, nunca podremos disfrutarlo plenamente. La Biblia dice: “Mejor es un plato de legumbres donde hay amor, que un banquete donde hay discordia”. Los israelitas, aun llenos y bendecidos, empezaron a criticar y a codiciar, y eso los llevó a la ruina. Por su pecado, 23,000 de ellos cayeron en un solo día.
Dios puede disciplinarnos para que volvamos nuestros rostros a Él y le digamos: “Señor, perdóname”. No vamos a perder nuestra salvación, porque esa es un regalo eterno. Pero podemos perder el favor de Dios y experimentar Su disciplina, llevándonos a un punto donde volvamos a ver a Cristo en su verdadera grandeza y gloria.
¿Cuántos años estuvieron ellos vagando en el desierto? Fueron 40 años para un viaje que debía durar un mes y medio. Ellos se demoraron 40 años. Miren lo que dice más adelante: Dios permitió que algunos de ellos lo tentaran y, como consecuencia, perecieron a causa de serpientes. ¿Qué sucedió? Dios mandó serpientes venenosas, y las serpientes los mordían. ¿Qué tenían que hacer para sanar? Debían mirar a la serpiente de bronce. En Juan 3, se dice que así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado. ¿Qué simbolizaba la serpiente de bronce? Era una representación de Cristo.
Más adelante, Moisés destruyó la serpiente de bronce. ¿Por qué? Porque el pueblo empezó a adorarla, desviándose hacia la idolatría, creando sus propios dioses. En los versículos 7, 8, 9 y 10, se nos exhorta claramente: “No seas idólatra”, “No forniquemos”, “No tentemos al Señor”, y “No murmuréis”. La actitud hacia Dios debe ser humilde, abandonando el pecado y honrando a Dios con todo lo que tenemos.
En el versículo 12 encontramos el punto central: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga". Si estás avanzando en la vida cristiana, debes examinar cómo estás andando. Es común que cuando cometemos errores prometamos que no volverá a ocurrir, pero luego fallamos de nuevo. Así, nos damos cuenta de que no estamos siendo tan fuertes como pensamos.
El versículo 13 nos recuerda: "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común al hombre". Todos pasamos por tentaciones similares, y Dios es fiel; no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podemos resistir, sino que junto con la tentación, Él da una salida. Por lo tanto, si caemos, es porque escogimos esa dirección en lugar de seguir a Cristo.
Recuerda que la libertad en Cristo no es para hacer lo que queramos, sino para ser aún más fieles a Dios. Esto se refleja en cómo actuamos y en la responsabilidad que asumimos en nuestras relaciones. Por ejemplo, en la relación con tu esposa, puedes mantener la confianza mediante la transparencia: enviar un mensaje cuando vas de camino a casa, o cuando estás enfrentando tentaciones, buscar su apoyo para que juntos fortalezcan su fe y mantengan el respeto mutuo. La altivez, o el orgullo, surge cuando dejamos de buscar a Dios y empezamos a mirar hacia nosotros mismos, o cuando comenzamos a hacer cosas que antes sabíamos que no estaban bien.
Que la altivez no te lleve a lugares donde te sea difícil regresar. Mantén tu corazón fiel al Señor y busca rendir cuentas, porque así nos mantenemos humildes y en el camino correcto.